EL HOTEL EL PRAT Y SU ENTORNO
En las comarcas de Castellón hay algunos hoteles y balnearios singulares como puede ser, por ejemplo, el hotel Voramar de Benicásim o los balnearios de Benasal, Catí o Villavieja. Es dentro de esta categoría en la que cabría incluir el hotel del Prat en Lucena. Un establecimiento y una zona con su propia historia.
Ya el Ilustrado A. J. Cavanilles a finales del siglo XVIII en su obra “Observaciones sobre la Historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia”, describe el Prat como una zona casi paradisíaca, en la que «todo verdea y ríe: frondosos árboles, hermosas huertas, varios arroyos y cascadas”. En definitiva, una zona húmeda y fértil entre imponentes montañas y austeras tierras, propiedad, durante siglos, de la familia Bonarrés, la más antigua y poderosa de Lucena.
La Fuente del Prat
A comienzos del siglo XX, ya dividida la finca entre los herederos de la última Bonarrés y vendidas algunas porciones de la misma, Francisco Mezquita Pastor quiso transformar un prado, donde pastaban vacas, en una zona de huerta utilizando la dinamita para remover las rocas de la parte de poniente. Así, de un barreno, en la primera década del siglo pasado, comenzó a brotar el agua de una fuente que rápidamente fue bautizada como la Fuente del Prat.
Aquella fuente, a la que se construyó una balsa para recoger sus aguas, estaba situada en un lugar de difícil acceso. Posteriormente, ya en la década de 1920, se hizo una primera remodelación colocando una reja protectora dentro de una portada de estilo modernista medievalizado. Finalmente, en 1936, poco antes de la Guerra Civil, adquirió el aspecto actual.
El Hotel del Prat
Pero la gran transformación del Prat llegó a partir de 1935, cuando lo que era un entorno agrícola se convirtió, gracias al premio gordo de la lotería de Navidad de 1934, en una zona residencial, dentro del contexto de una Lucena que, desde finales del siglo XIX, era ya un centro de veraneo.
Con el capital proporcionado por aquel premio se constituyó en poco tiempo, el 14 de febrero, la sociedad «Balneario Fuente El Prat S.A.» que, con un capital social de 250.000 pesetas divididas en 1.000 acciones, debía encargarse, según sus estatutos, de «La construcción de un Hotel Balneario en la partida del Prat del termino de Lucena del Cid, la explotación de las concesiones que puedan obtenerse sobre las aguas de la Fuente del Prat de dicho termino y de los terrenos circundantes; la construcción de un parque de recreo y atracciones, la de chalets y villas para familias bañistas y veraneantes, el establecimiento de líneas regulares de transportes de viajeros y mercancías desde los principales puntos del territorio nacional al Balneario, y en general todos los servicios anexos y auxiliares propios de los establecimientos de esta clase«. Fue el primer Presidente de la sociedad Fernando Beltrán Escrig, suscriptor de 200 acciones.
La S.A. compró y agrupó diez fincas con una superficie aproximada de 10.400 metros cuadrados. El proyecto del Hotel, fechado en 1935, fue obra del arquitecto Vicente Traver Tomás con un presupuesto de 209.718’20 pesetas. Para el renombrado facultativo «Elemento fundamental de la colonia ha de ser el hotel objeto del presente proyecto pues al ser el núcleo principal de la atracción para los veraneantes hará que a su alrededor se construyan chalets y residencias formando así bien estudiadas y prevista su agrupación una pequeña población de verano”.
Así se hizo y el 28 de junio de 1936 se inauguró con un almuerzo de gala y una velada nocturna. Al día siguiente se abrió al público. La pensión completa costaba entre 11 y 15 pesetas, el desayuno 1’50, el almuerzo 5’50 y la cena 6’50. Una café 0’50 pesetas y tomar el baño -un lujo asiático para la época- 2 pesetas a los residentes y 3 a los no residentes.
La guerra
Veinte días después de su inauguración, con Lucena llena de veraneantes y el hotel recién ocupado por los primeros clientes, el 18 de julio de aquel 1936, la rebelión militar derivaría en la cuenta guerra que, como prólogo de la Segunda Guerra Mundial, ensangrentaría España durante tres años.
Durante la guerra, perdida su función de hotel, el del Prat se utilizó como hospital de los denominados «de sangre» para atender a los heridos. Así, en la foto, de 1938, se ven las enfermeras militares forasteras con su uniforme blanco, y un grupo de lluceneres, con batas, que trabajaban en la cocina y lavando. A su lado, una mujer de negro identificada como una dirigente del hospital.
La historia posterior
Finalizada la guerra en 1939, el hotel regresó a su destino residencial y, una vez pasados los terribles años de la posguerra, las décadas de 1950 y 1960 serían el momento de esplendor del establecimiento que se llenaba todos los veranos -su periodo de actividad-. Así se explica la ampliación del número de habitaciones mediante la construcción de un cuerpo posterior de menor riqueza ornamental.
En 1977, por iniciativa de Vicente Hidalgo Galí y Daniel Flor Ibáñez, administradores de la Sociedad, se certifica por el correspondiente Colegio Profesional un proyecto de reforma cuyos planos, de Joaquín Tirado Fortuño, están fechados en 1971. Consisten en la adaptación de les instalaciones –básicamente de los baños, la carpintería, la electricidad y la colocación de falsos techos- a las exigencias de un hotel de una estrella. El 15 de abril de 1977 elevan a público un documento de agrupación de fincas y declaración de obra nueva en el que se incluyen los edificios del hotel, el de la cafetería, el de la capilla y el que después se destinaría a biblioteca y aulas de formación, así como “frontón, parque infantil, piscinas (adultos y menores), pista de baile y jardines para paseo y disfrute de los señores residentes”.
A pesar de eso, la década de 1970, con las nuevas preferencias estivales del público por las playas, significó un momento de crisis importante del hotel de la que salió gracias a su compra en 1983 por la Caja Rural Provincial. Adquirido por 49.375.000 pesetas, la nueva propiedad lo destinaría a uso estival de su clientes.
A comienzos del siglo XXI la Caja constituyó la denominada Fundación Credicoop y la dotó con el hotel entre otros bienes patrimoniales. El acceso al recinto se ampliaría posteriormente el público en general.
Actualmente, cumplidos ya 80 años, continúa abierto todo el año, dado el interés de la Fundación por mantener el hotel como instrumento de dinamización social y económica de la comarca así como por el propio valor histórico, arquitectónico y ecológico del entorno.
(Adaptación de un texto del facebook de la «Associació Cultural Llucena». 2017)